domingo, 21 de abril de 2013

El camino de los Aegeti (Jeremy Torres)



El camino de los Aegeti
Jeremy Torres
Editorial Casa Tomada
Lima, 2010

Julián Spiegel, joven limeño de clase alta, tiene la vida arquetípica del alter ego de todo superhéroe que se respete: relajado, conquistador impenitente, amante de la bohemia barranquina, fumador compulsivo y políticamente incorrecto en casi todos sus actos y expresiones. Se moviliza por la vida en un Mini Cooper de los años 70, en un mundo que parece extraído de una novela negra a la que se le ha quitado – por fin- el pesado veneno que le pusieron los bukowskis locales: los protagonistas saben que viven en un mundo decadente e irredimible, pero no lloran por eso. Su familia también es muy singular: su padre es un militar experto en operaciones antiterroristas y su madre trabaja en la industria farmacéutica, algo que es de gran ayuda para Julián, quien padece de diabetes. Estudia en una universidad a la que no se toma muy en serio.

¿Por qué alguien así podría ser elegido para convertirse en un Aegeti? Es el gran misterio que se ofrece al lector de El camino de los Aegeti. Aegeti significa el que interviene, un humano con poderes sobrenaturales otorgados por una especie de guardianes que moran en una dimensión superior, a fin de proteger a la humanidad de demonios y otras criaturas que buscan absorber su esencia vital o ka.  Tras ser reclutado por uno de esos guardianes, Julián deberá aprender a equilibrar su condición de héroe con el aparente cinismo bajo el cual esconde su inmadurez.

Se nota una evidente influencia de las estéticas propias de los videojuegos de acción, así como de series de animación japonesa, adecuadas para los momentos en los que Julián se enfrenta a sus enemigos pero no siempre efectivas cuando se trata de narrar las partes menos fantásticas de la novela. Se recurre bastante al humor en sus manifestaciones más gruesas, lo que a veces rompe el efecto de suspensión de la incredulidad que es característica de toda historia fantástica. Hacia el final de la novela, hay un giro hacia la ciencia ficción que podría dar lugar a una continuación.

En el debe de la novela, se observa un exceso de textos en cursiva y una abundancia de errores tipográficos que deslucen por completo la estupenda calidad de la edición.

(Publicada en el diario El Peruano el martes 23 de noviembre de 2010, p. 30)

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